Saint Kilda, las islas del paraíso escocés

Saint Kilda

Saint Kilda es sencillamente espectacular. Una isla casi remota, a más de 60 kilómetros de Benbecula, en las Hébridas exteriores. Llegar no resulta muy fácil la verdad, pero una vez allí, os aseguro que la experiencia será maravillosa e inolvidable.

Cuando oteáis las islas de Hirta, Soay y Berneray Dun, allá como icebergs negros en el horizonte de las tempestuosas aguas del Atlántico, sólo nos cabe la admiración y preguntarnos, ¿cómo pudo sobrevivir la gente en un lugar tan inhóspito como este?. Sin embargo, hay asentamientos humanos desde la prehistoria que indican la existencia de vida en Saint Kilda.

En la segunda mitad del último milenio, una pequeña comunidad llevó una vida austera pero feliz en la isla principal, Hirta. Sobrevivieron principalmente cazando las aves marinas que anidaban en los altísimos acantilados, ya que los habitantes de Saint Kilda no han sido grandes pescadores que digamos. El pueblo, hoy abandonado, forma una media luna con calles y casas de color negro, en las que vivieron hasta 1830.

A mediados del siglo XIX los isleños tomaron mucho más contacto con el mundo exterior, llegando así varias enfermedades y otros males. Misioneros, turistas victorianos y simples curiosos se acercaban a contemplar la simpleza de la vida en Saint Kilda. Los isleños fueron perdiendo poco a poco su autosuficiencia. En 1930 la comunidad se redujo a menos de 36 personas.

Hirta

Saint Kilda es hoy en día propiedad del Tesoro Nacional de Escocia. Las islas, que fueron ocupadas recientemente por el ejército británico, son hoy un lugar frecuentado por arqueólogos y más de un millón de aves, como las ganetas, los ratones de Saint Kilda y las ovejas de Soay.

Las islas remotas de Mingulay y Berneray, en el extremo sur de las Hébridas exteriores, se conocen también como las cercanas Saint Kilda, debido a su apariencia e historia similar. Mingulay fue una pequeña aldea de pescadores hasta comienzos del siglo XX. La evacuación de la isla comenzó en 1907, cuando los habitantes se dieron cuenta que no podían subsistir allí.

Un siglo más tarde, Mingulay se ha ido sumiendo paulatinamente en dunas de arena y nos recuerda melancólicamente lo que fue un día. La luz del faro es el bello recuerdo de lo que decimos.

Hoy en día las islas son un destino especial para los amantes de la escalada en roca, los ornitólogos y los botánicos, mientras que los veraneantes se acercan aquí en barco desde Castlebay. Llegar en barco hasta aquí, contemplando la maravilla de las sombras negras de cada isla es un recuerdo imborrable que no podremos dejar de fotografiar.

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1 comentario

  1. Alejandro Mauriño dice:

    Soy un aficionado a la geografía. St. Kilda (y sus islas cercanas) debe ser uno de los sitios más extraños del mundo. Archipiélago bello y sugestivo, historias humanas antiguas, soledad y misterio. Muchas cosas increíbles en menos de mil hectáreas en medio del bravo mar.
    Me gustaría conocer este pequeño mundo.
    Gracias,
    Alejandro Mauriño
    Escritor
    Corrientes, Argentina

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