Iona, la isla mas tranquila de las Hebridas

Iona, Islas Hebridas

Toda Escocia ofrece rincones singulares y dignos de visitar. A medida que se recorre el país se descubren espacios que sorprenden por su belleza y en los que uno querría quedarse más tiempo de lo que unas simples vacaciones permiten. Es la sensación que se tiene al llegar a Iona, una pequeña isla de las Hébridas , que se caracteriza por ser un remanso de paz. Uno de sus muchos encantos reside en que, a pesar de recibir a cientos de visitantes a diario, no ha sido explotada turísticamente.

Quien quiera conocer Iona no lo hace por casualidad, ya que sólo se puede llegar a través del barco y, en el mejor de los casos, tendréis que hacer un mínimo de dos paradas. Desde Oban salen a diario los ferrys Cal Mac , que llevan a Mull , desde donde se puede coger otra embarcación similar que nos deja en Iona. Y lo cierto es que, nada más arribar al puerto, se percibe el encanto del que goza esta isla, considerada como una de las bonitas de todo el país. La playa que recibe al visitante es de aguas puras y cristalinas, más propias del Caribe que del Atlántico, y desde allí puede echarse un rápido vistazo a todo lo que ofrece la isla.

A mano izquierda del embarcadero se encuentra el único bar -restaurante de toda la isla, que prepara un delicioso fish and chips; un plato muy recomendable que podréis degustar, si el tiempo lo permite, desde la terraza del local que está a apenas unos metros de la playa. La escasez de locales predomina en la isla, tanto que apenas hay un par de tiendas: un pequeño supermercado y una vieja librería que hace las veces de tienda de souvenirs. Eso sí, a pesar de que la población total de Iona no llega al centenar de personas, cuenta con su propia oficina de correos y varios bed and breakfast ideales para disfrutar de unas vacaciones de relax en la isla.

Iona, Islas Hebridas

A pesar del minimalista imperante, Iona tiene una gran importancia en la historia de Escocia, ya que es ahí donde llegó San Columba , exiliado de Irlanda, en el siglo VI, y donde comenzó la cristianización del país. El fraile fundó la abadía, que hoy permanece en buenas condiciones y puede visitarse, al igual que el pequeño museo contiguo en el que se guardan las cruces que originariamente rodeaban el edificio y que con el paso de los siglos se han ido estropeando.

Su cementerio es también singular, ya que uno tan solo puede ser enterrado en él si nació en Iona o si ha hecho algo tan sumamente importante por la isla que consideren que se merezca un honor como este. Antes de llegar a la abadía se encuentran las ruinas de un convento femenino que, a pesar de ser construido siglos más tarde, se encuentra totalmente derruido, pero del que se tienen unas impresionantes vistas de las Hébridas.

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